La quieta sensibilidad que duele

Nota de Leonel Giacometto para Clarín, Mirador Provincial. Publicada el martes26 de junio de 2018.

En una especie de pecera de un blanco refulgente, mientras desde una pared se ve y se escucha un programa de televisión norteamericana de ejercicios y gimnasia para discapacitados motrices y tullidos, Marisol (Melisa Martyniuk) no sabe qué hacer con su vida actual. Nunca lo supo, en realidad; o nunca tuvo valor real y decidido para darlo por autentico, sabremos mas tarde. Su vida hoy es a base de rehabilitaciones físicas, sociales y psíquicas para poder, así, sobrellevar una tragedia que, mal mirada, es un colmo irónico: no puede caminar, esta en una silla de ruedas y, sabemos, su medio de expresión artística fue (y es) la danza. Bailarina a medio hacer, promesa paraliza, Marisol esta sola a medias: hay un tal Carlos en off que siempre está yéndose y siempre esta volviendo a la planta alta donde vive ella, rodeada de ella misma y de una intuición que luego sabremos cierta: por entre ella, allende a ella, a través de los espacios de su casa de plata alta, en el aire, hay un fantasma. Luces que se prenden y se apagan, vientos de la nada como queriendo de ese modo ≪entrar en contacto≫. Y lo hace, se corporiza en una de las paredes blancas. Primero difusa pero luego visible, la cabeza parlante de Pina Bausch (Alemania, 1940-2009), la enorme bailarina y coreógrafa que se movía por la danza con la emoción del teatro, se le hace visible para hablarle a la bailarina paralitica. Pina, que revela una sorpresa en el uso del recurso audiovisual, habla en argentino, modula en argentino, casi como Tita Merello. Y vuelve a este plano para que Marisol, por si o por no, cometa una acción, quizás una de las mas irrelevantemente complicadas para los creadores siempre en búsqueda y novatos y o tanto: decidir. Marisol deberá decidir. Mientras tanto, en un sueno rojo y fucsia, ella se levanta y baila, suelta y frágil como en la silla, pero enteramente decidida.

Toda Border, escrita y actuada por Melisa Martyniuk (Rosario, 1986) y dirigida por Veronica Leal (Paraná, Entre Ríos, 1988) es sobre decidir, sobre saberse uno pero no admitirlo en la carne y en lo material; sobre aceptar y luego luchar y batallarse con eso: con uno haciendo lo que uno debe hacer.

La continuidad de la especie

El teatro, tanto como maniobra de supervivencia, tanto como conjuro de creaciones por venir, o simplemente (y no tanto) como medio de multiplicarse, aprenderse o reinventarlo, se va nutriendo, consciente o no, de las generaciones de creadores que, en cualquier ciudad, conviven, hacen y no hacen mas allá de todo. Y, así, toda ciudad encadena su propio derrotero poético que, a su vez, se multiplica (explota) y ramifica (se expande) según factores que, mas allá de lineas teóricas, se entrelazan, nutren, aprenden y aprehenden en un continuo ir hacia adelante. Aun no sabiendo que cosa hay o es eso de adelante, los creadores teatrales se comunican entre una generación y la otra, a veces mas a veces menos, dando por resultado la ruptura por la cual colarse y salir a la luz pública de los escenarios. Sobre todo, para todos aquellos que apenas ingresan o que, no hace mucho, plantaron modelos de búsquedas personales.

En 2011, Juan Hessel, uno de los directores más interesantes y enigmáticos del teatro de toda la provincia de Santa Fe, estrenó Guerra Fría, una obra actuada por tres actores jóvenes y que hoy, en 2018, ya recorren y abordan sus búsquedas personales: Jesica Biancotto, Francisco Fissolo y Melisa Martyniuk. Y fue esta última quien, quizás, comulgó y se dejó atravesar en los concretos de cierto mandatos estéticos, de forma, actuación, de miradas vistas y puntos de vista sorpresivos del universo cercano y visible de Hessel; pero no ficcional. El texto de Melisa Martyniuk es la decisión de los bordes. Los conoce y los visita para enfrentarse o quedarse un rato, para tener, así, la chispa para hacer rozar una idea con(tra) otra, y crear otra cosa teatral, más decidida la acción.

Luego de escribir y dirigir Algo Sangra en 2013, y durante la apertura del espacio y sala teatral “La Peruta”, Melisa Martyniuk escribio Border, un monologo que, en 2017, asoció a la autora con Verónica Leal, actriz y directora venida de la experimentación y la búsqueda junto a directores y actores tales como Cielo Pignatta, Hernan Peña, Claudia Cantero, Alicia Zanca, Matías Martínez, entre otros. Y fueron ellas dos quienes pergeñaron y armaron un equipo técnico y artístico que hacen de Border una pequeña pero sentida obra en planta alta.

Escena Santafesina

Border ganó en 2017 el rubro teatro de Escena Santafesina, un programa interesante y necesario del Ministerio de Innovación y Cultura de la provincia de Santa Fe, que fomenta el desarrollo de las producciones, los circuitos y las programaciones escénicas de la provincia de Santa Fe; y en especial de teatro, danza, circo, clown, títeres y música, promoviendo el intercambio y la movilidad de las producciones en todo el territorio provincial, el cruce de lenguajes, la experimentación, la participación del ciudadano y la investigación, como modos de acercamiento a nuevos públicos.

Ficha técnica

Texto y la actuación: Melisa Martyniuk.
Dirección: Verónica Leal.
Diseño audiovisual: Facundo Kaminsky.
Diseño escenográfico: Maximiliano Arana.
Diseño puesta de luces: Carla Tealdi.
Asistencia coreográfica: Virginia Brauchli.
Supervisión de la obra: Matias Martinez.
Vestuario: Macarena Diaz.
Fotografía: Ariel Smania.
Diseño gráfico: Lucía Masellis.
Manejo de redes: Florencia Diaz Fazi.
Operadores técnicos: Ivan Kozenitzky y Cristian Ferreyra da Cámara.